Es la herramienta para acercarnos a nuestros objetivos y tomar mejores decisiones con nuestro dinero.
La planificación financiera dejó de ser un tema del que se ocupaban sólo algunos pocos con sus asesores financieros. Mucho menos, un tema en el que reparan únicamente las personas con grandes fortunas. La Planificación Financiera Personal está (o debería estar) en la agenda de todos.
¿De qué se trata? De la gestión y organización de todos los aspectos relacionados con la economía de una persona o una familia. Es mucho más que tener registro de cuánto dinero ganamos y cuánto gastamos.
En la planificación financiera entra también la protección mediante la contratación de seguros, una buena gestión impositiva, la previsión para emergencias, la educación de los hijos, la compra de una casa y un fondo de largo plazo para complementar el haber jubilatorio en el momento del retiro.
Finanzas ordenadas son el pasaporte a poder planificar a futuro, ponerse objetivos e ir alcanzándolos, y estar preparados para resolver imprevistos. Finanzas ordenadas nos permiten tomar mejores decisiones y alinear lo que hacemos hoy con dónde queremos llegar a estar en el mediano/largo plazo.
Las finanzas personales, disciplina que se ocupa de administrar el dinero y resolver problemas relacionados con el dinero de un individuo, país o empresa. Es como la psicología financiera, porque gestiona nuestros comportamientos con el dinero. Ya no es un tema para los ricos o los profesionales, es algo que debemos entender porque nos afecta a todos.
¿Cómo empezar? Cuatro pasos pueden servir de guía para alcanzar sus objetivos económicos financieros:
1- Armar un presupuesto detallado, sin autoengaños. Ingresos por un lado y gastos -fijos y variables- por el otro. Proponerse gastar menos que lo que ingresa.
Al tener registro de todos los gastos, será más fácil ver en qué se está escurriendo el dinero y si hay cosas de las que podríamos prescindir para cumplir con el paso 2. Si hay deudas: armar un plan para terminar con ellas. Esto nos servirá para tomar decisiones luego.
2- Reservar siempre un porcentaje para Ahorro, como si este fuera un gasto fijo más del mes. De esos que hay que cubrir sí o sí. No hay sumas chicas.
Lo importante es generar el hábito. En este punto es clave también tener actualizado el Fondo de Emergencia, equivalente a por lo menos 6 meses de gastos fijos.
3- Ponerse metas de corto, mediano y largo plazo. Tener un objetivo, algo que deseamos mucho, nos motiva a ahorrar y genera más compromiso. Si el objetivo que tenemos por delante nos importa mucho, nos da ilusión, vamos a pensar dos veces antes de hacer un gasto que no es esencial.
Aunque no lo creamos, las pequeñas decisiones de todos los días nos pueden acercar o alejar de esas metas: tomar taxi en vez de caminar o usar transporte público, hacer las compras a último minuto en vez de aprovechar los descuentos semanales del banco o tarjeta de crédito, etcétera.
4- Invertir, que no es lo mismo que ahorrar. Invertir es la manera para que el capital crezca y ''apalanque'' el esfuerzo que hacemos ahorrando. Para invertir hay que tener muy claro para qué y para cuándo. Cada objetivo tiene un tiempo diferente y de eso dependerá el tipo de activo elegido: su plazo y su riesgo.
Por ejemplo: si el objetivo es ir conformando un fondo para el momento del retiro, las inversiones deberán ser de largo plazo y se podrá asumir más riesgo. Las acciones, los Cedears y los Fondos Comunes de Inversión (FCI) de renta variable pueden ajustarse muy bien a este objetivo.
En cambio, si el objetivo son las vacaciones de verano, para las que faltan solo 3 meses, debemos ser más cautos y focalizar en inversiones de menor riesgo y menor plazo, como los FCI que ajustan por inflación.